Sus más de 300 pueblos dan para muchas jornadas y otras tantas rutas.
Por pequeños y deshabitados que sean sus pueblos siempre encontraremos rincones y estampas admirables.
Por el camino observamos desde antiguas carboneras hasta restos de ventas, pero sobre todo naturaleza. Ya sean rapaces, como buitres y alimoches o la diversa vegetación adaptada a estos escarpes.
Geológicamente es de una belleza sinigual. Desde cascadas hasta fallas, incluso nos habla Manolo de un anticlinal colgado. Algún fósil también aparece por el camino.
Pero no sólo como espacio natural de gran belleza nos atrae. Sus restos arqueológicos han servido como soporte a la visita de hoy.
Desde antiguos pobladores de la edad de Bronce, hasta castros cántabros y campamentos de asedio romanos. Que hasta el mismo Agripa anduvo por aquí intentando sofocar las últimas rebeliones. Así lo atestiguan restos de monedas romanas encontradas.
Oídas las explicaciones, vamos a buscar un buen sitio para comer al refugio del viento, que parece que ya hay ganas de apretar la bota.
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