Su nombre científico es SORBUS ARIA, pero para nosotros, sin menospreciar el latinajo, siempre fue el mostajo, más concretamente, el mostajo de la iglesia.
Mudo testigo de la historia del pueblo de los últimos trescientos años, como a todo ser vivo también a éste le llegó su hora. En mi opinión bien se merece un homenaje y también un descendiente.
Situado en el centro del pueblo, justo al oriente de la iglesia y pegado a su sacristía, no merece que se le recuerde como abatido por Xinthia; merece que nos acordemos de su larga vida, de su ancha sombra, de sus ricas mostajas de primeros de otoño. Unas pocas aprovechadas por niños y mayores y las más, por los pájaros. Siempre fue el mostajo punto de referencia y de salida a nuestros juegos infantiles, si era al escondite, el que quedaba contaba apoyado en su tronco, si era a los pistoleros, los bandos salían uno en cada sentido del mostajo, si era a tres navíos en el mar, también desde allí se daba la salida.
Bajo su sombra se esperaba al cura hasta que llegaba para la misa, se formaba un pequeño concejo antes de la entrada, sólo los hombres, las mujeres esperaban dentro de la iglesia o a su puerta. A la salida también el mostajo nos esperaba para otra pequeña reunión.
Dicen los mayores que su madera es muy preciada para mangos y cucharas, más nunca vi yo que al mostajo se le podara ni una sóla rama, se le respetaba como lo que era, un árbol emblemático plantado por algún antepasado junto a la iglesia, con la esperanza de cobijar a las generaciones venideras. Y así lo hizo. Hasta que llegó su hora, se fue secando poco a poco, pero no del todo, reservó un poco de su antigua robustez para no hacer daño, para no caer sobre nada ni sobre nadie. Hace años que su tronco se iba inclinando poco a poco, pero resistía, unos decían que había que cortarlo, podía caer encima de alguna persona, podía caer encima de la iglesia, podían sus raices levantar el paredón de la sacristía, debajo de la cual se alimentaban. Pero nadie dio el paso para cortarlo. Fue la madre natureleza, que permitió su crecimiento, la que envió fuertes vientos del suroeste y en una de sus rachas quebró su tronco en un limpio corte, sin daños, sin levantarse las raices y destrozar la iglesia, sin caer encima de nadie ni de nada. Cayó estando vivo, no quiso ser un esqueleto en pie.
Tendremos que remplazarlo. Se lo merece.
2 comentarios:
Se me pone la "punta de los pelos".
Precioso.
Bueno Fonsi.... me acabo de enterar...., y me ha encantado tu homenaje.
Si Machado escribió "a un olmo seco", tu lo has hecho "a un mostajo vivo", siempre estará agradecido, seguro¡
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