Y caso de movernos algún valor en especial, que sea la amistad y la concordia, como al purriego y al lebaniego que sellan su acuerdo en la Cruz de Cabezuela, teniendo por testigo a la mole de Peña Labra.
El paisaje no puede ser más espectacular. Subimos el sinuoso Puerto de la Cohilla para llegar a la presa y al embalse del mismo nombre.
El del dedo apuntando al cielo se autoproclama ganador de la etapa. Lo daremos por bueno, no queremos polémicas.
Primeros y últimos, todos llegamos a cruzar la Puerta del Perdon. Entramos al monasterio, escuchamos las explicaciones del Padre Franciscano y nos recreamos un rato por su interior.
Cenamos de maravilla en el Bodegón de Potes: borono, callos, mollejas, entrecot...alguien comenta que si comes y bebes producto de la zona nunca hace daño. Así lo hicimos.
El nuevo día amanece radiante. Enfilamos el desfiladero de la Hermida hasta Lebeña, donde hacemos la primera parada.
Subimos el Collado de la Hoz, un precioso puerto de montaña que nos adentra en la comarca de Peñarrubia.
Hacemos un alto en el camino para charlar con la Sra. Rosa que a sus 94 abriles se da un paseo largo, se sienta a la sombra, saca la navaja y talla diversos objetos. La compramos una cuchara y otro juego de cubiertos y disfrutamos de su amena conversación.
Estamos finalizando la excursión que teniendo como soporte la llegada a Santo Toribio de Liébana, ha supuesto mucho más. Es un circuito por el corazón de la Cantabria más profunda, sin que ello exprese nada peyorativo, al contrario, profunda por aislada, por ser la que guarda ciertas esencias ya perdidas.
En cualquier caso, un placer haber disfrutado de dos jornadas de bici en buena compañía.
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