-Setenta y dos voy hacer.
..." puso mucha atención para no perderse el desvío al monasterio, pero al llegar al valle de la Ojeda se distrajo contemplando el cromatismo de las tierras con las heridas del arado sangrando todavía y el color de la pana de aquellos campos con vocación de trigales abiertos sus surcos al sol y a la lluvia, que corrían paralelos al lado mayor del cuadrilátero que circunscribía unas tierras llenas de promesas de un futuro maná. Una de ellas era amarillenta porque estaría en barbecho y todavía no había sentido el empuje del bisturi; otra era roja cobriza; su hermana, bermellón, y en la tierra de al lado, como si fuera de oro viejo, brillaba el ocre.Todas ellas hijas naturales de una pertinaz arcilla y de una arenisca amarillenta que permanecían abrazadas desde tiempo inmemorial en ese juego de encuentros y desencuentros de los montes y los ríos".
EL CANTAR DE LIÉBANA. Peridis.
Continuamos viaje.
Vaciamos la mochila y la bota haciendo caso omiso al consejo de San Benito de que el vino hace claudicar hasta a los más sensatos.
De postre unos tortos adquiridos en el Monasterio fruto del ora et labora de las monjas.
-Cuidese del frio.
2 comentarios:
Estupendo reportaje, como siempre.Gracias por seguir publicando.
Me encanta!
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