Empezamos el año rutero una vez más, y no será la última, por la comarca del Románico, unas veces toca el de Palencia, otras el del sur de Cantabria y esta vez tocó el noroeste de Burgos.
Pero además del Románico, la ruta se complementa con el paisaje que rodea la mítica Peña Amaya. Fortaleza natural ocupada desde la prehistoria por distintos pueblos. Páginas y más páginas dedican los estudiosos a este enclave, unas veces nos intentan narrar la realidad y otras realidad y leyenda van de la mano.
Iniciamos la ruta a los pies de la iglesia de Rebolledo de la Torre.
Cuyo principal elemento es su galería porticada.
Estas galerías parece que se usaban para las reuniones vecinales, quizás la cercanía al lugar sagrado imponía un carácter de moderación y consenso a dichas reuniones.
A la nueva autoridad del llamado reto demográfico no la va a faltar tarea.
Estamos en Albacastro, el sonoro nombre no ha sido suficiente para conservar su población. La iglesia por suerte y obra de sus benefactores parece que sí está a salvo.
No sabemos con qué quitar el frío, probamos primero con un trago de la bota y después con un café y un polvorón que ha sobrado de las fiestas. Estamos en la fachada sur de la iglesia de Fuenteodra, magnífico mirador de Peña Amaya.
Nos vamos aproximando a su base.
Fue o no fue capital de Cantabria....
Seguimos ruta rebasando la Peña y disfrutando de estos maravillosos rayos de sol.
La ruta ha sido muy entretenida, el frío despierta los sentidos aunque entumezca las articulaciones, el deporte estimula y anima, y la bici, como siempre, el mejor soporte para conjugar todo esto.
Fin de etapa, ropa seca y a seguir cultivando lazos. Brindamos con un espumoso guardado para la ocasión y nos vamos a comer unos garbanzos con manos y oreja y una ración de asadurilla de lechazo.
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