Nunca nos da pereza pedalear por estas tierras situadas en el punto más al sur de Cantabria. Valdeprado del Río y Valderredible.
Ni siquiera los cuatro grados por debajo de cero que nos encontramos en Bárcena de Ebro, pueblo desde el que tomamos la salida, nos amilanan.
Aparcamos junto a la iglesia y nos abrigamos cabeza, cara, manos y cuerpo, no es una broma esta temperatura.
Recorremos el caserío de Bárcena para ir entrando en calor.
Pero como mejor calienta el cuerpo es subiendo la cuesta hacia Bustillo del Monte, la pendiente y el fenómeno de la inversión térmica son nuestros mejores aliados.
Nos entretenemos observando cómo los árboles están poblados de líquenes, síntoma de buena salud ambiental y pureza del aire.
Estas rebollas no tirarán la hoja hasta fechas próximas a la primavera, de esta forma protegen a los nuevos brotes de las temperaturas extremas del invierno.
Un placer esta corta parada al sol en Bustillo del Monte.
Visitamos la fragua que se encuentra a la entrada del pueblo donde se conserva un destartalado fuelle, la zona de la lumbre y una pila para templar las piezas.
El pueblo conserva casas con elementos arquitectónicos muy antiguos.
La niebla se ha pegado al Ebro.
Nosotros seguimos ganando altitud. Mediadoro pasa de los mil metros.
Abandonamos Los Riconchos para dirigirnos a La Aldea de Ebro y contemplar un momento su caserío.
Paralelos al Ebro llegamos a Bustasur. Conserva una pequeña pero bonita iglesia románica y restos de lo que fue una ferrería. |
Hemos llegado al Monasterio de la Virgen de Montesclaros donde es obligada una pequeña parada.
Las vacas todavía aprovechan los escasos pastos antes de invernar. Pasaremos por los Carabeos y ya sin descanso llegamos al coche.
Compramos un saco de patatas cada uno de las buenas buenas de Valderredible, comemos al lado de la ermita de Santa María de Valverde y tomamos café en la cantina de toda la vida de Quintanilla de las Torres. Más no se puede pedir.
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