Los del tiempo nos anuncian que viene la nieve, por lo tanto hacemos planes culinarios para el fin de semana y aparcamos los aventureros para tiempos mejores, aunque habrá que estrenarse este invierno con las raquetas.
Y qué mejor plato para combatir el frío que un clásico como son los callos. Ya por ahí está escrito que los sabores son grandes evocadores de recuerdos, pues este en concreto también. Por ser un plato que recuerdo ver hacer a mi madre, y por ser un plato que se suele comer en grupo de amigos para celebrar que seguimos siéndolo.
Compro los callos limpios y troceados y me obsequian con un trozo de pata, todo ello de ternera. Se pasan la noche, para mayor higiene, en agua con unas gotas de vinagre. Al día siguiente les doy un primer hervor de tres o cuatro minutos y tiro el agua. De nuevo en agua fría con laurel, sal, una zanahoria y media cebolla, más el trozo de pata , se pasan hora y media en la olla. En una buena sartén se pocha media cebolla, se añade un tomatito rallado, cuando casi esté se añade un poquito de vino blanco, se deja un ratito, añadimos un poco de jamón troceado y un poquito de chorizo, sin pasarnos, que lo que queremos es comer callos. Ahora echamos un poco de harina y pimentón, ah, y la guindilla, mezclamos bien y añadimos el caldo de cocer los callos, controlando la cantidad, pues después tendrá que reducir por espacio de hora y pico y a fuego suave.
Ya solo resta añadir los callos y la morcilla en rodajas y dejarlo reducir hasta conseguir la mezcla de sabores. |
2 comentarios:
Una, precisamente no es muy amiga de este plato, ni de las vísceras en general. Viendo la forma en como están hechos y la pinta tan estupenda, quien sabe, estoy casi segura de que los hubiera probado.
Uno de los mayores errores que se pueden cometer en esta perra vida es leer este blog en ayunas. Dios mío, mis tripas rugen como el oso cavernario.
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