MONTEJO DE BRICIA

 Como es costumbre en el pueblo, lo primero que haces al levantarte es abrir los postigos o  contraventanas y tomarle el pulso a las condiciones metereológicas del día. Bueno pues hoy ha caído una helada de las buenas, pero el sol está a la vista y no hace viento. Buena jornada. Y como es costumbre aprovecho la mañana de Navidad para dar un paseo después de desayunar el café y las torrijas.

Esta vez no voy lejos, Montejo, o lo que  es lo mismo, me quedo en casa, pues dada la cercanía de ambos pueblos siempre nos hemos considerado más que vecinos.

 

  Aprovecho para transitar por una de las zonas más singulares de su término, La Cueva de la Muela y El Pico La Vieja, además de la propia población, con interesante y cuidado caserío compuesto en su mayoría por la típica casa montañesa, con solana corrida en la última planta y vanos o portales anexos para la guarda de aperos.

 El silencio es total en esta helada mañana, al cabo, es interrumpido por el cantar de los sabuesos siguiendo el rastro de alguna liebre. Media docena de enormes buitres toman el sol sobre la cabeza de La Vieja. Las vistas son espectaculares desde estas alturas, al suroeste se adivina el Valle de Valderredible cubierto por un mar de nubes, a mi espalda Los Castros de Quintanilla y Barrio y en el medio, Allén del Hoyo, camuflado por el contraluz de la mañana y por el homogéneo color blanco de la helada sobre los tejados, fincas y árboles.

Y también al sureste están orientadas todas las casas de Montejo que desde este mirador contemplo, alineadas desde la iglesia hasta Barresuso mirando para La Dehesa. Y quien aquí vive, sabe de la importancia de esta buena orientación, siempre dando la espalda al norte.

Al fondo blanquean los picos de las Sierras del Cordel y del Tres Mares, y al norte el Puerto del Escudo, Mediajo Frío y el Pico Jano, resguardan al Pantano del Ebro. 

Ya se oyen las campanas de la espadaña de Higón, será hora de regresar para llegar, sino a misa, sí a tomar el blanco, que es Pascua.