Siempre que voy al pueblo me regala mi padre un buen pan de hogaza del panadero de Arija, quizás por ello y por el frío que nos acompaña en las últimas jornadas, es por lo que me viene a la memoria este típico plato de invierno, las sopas de ajo. Creo que son conocidas en todo el país, por eso ninguna región se puede apropiar de este plato, en todo caso su patria me parece que será la necesidad y la escasez de otros tiempos. Ponemos agua a calentar en la cazuela con un poco de sal, añadinos un par de dientes de ajo y lo dejamos hasta que estos ablanden. Mientras, vamos cortando el pan en finas lonchas que añadiremos a la cazuela con el agua hirviendo. Por supuesto el pan es el que se ha quedado viejo, igual que el que se utiliza para el relleno.
En la sartén ponemos aceite de oliva y picamos otros dos dientes de ajo sin el tallito del centro, por eso del aliento, dejamos que se doren y añadimos una cucharadita de pimentón, en este caso agridulce, enseguida lo vertemos en la cazuela, removemos y dejamos que siga hirviendo a fuego lento un buen rato. El único lujo del plato es este exquisito pimentón de La Vera, comprado para la ocasión, cuidado de no quemarlo con el aceite de los ajos.
Y ya tenemos este reconfortante y humilde plato de invierno listo para ser comido, servir muy caliente, y el que lo desee puede añadir un huevo para que se escalfe y luego romperlo y mezclarlo con la sopa.
La otra forma de comerlas que yo conocí era esta misma sopa pero espesa, casi seca, y acaso con unos torreznos por encima. Se comía esta sopa seca en cazuela de barro todos a la vez de la misma cazuela, operación esta que nos hacía ilusión a los pequeños, oyendo a la abuela contar que era así como antes se comían casi todos los alimentos.
Por cierto, la que acabo de elaborar no ha tenido éxito con los pequeños, creo que a mí tampoco me gustaron las primeras que me hicieron comer. Pero a todo se aprende.
En la sartén ponemos aceite de oliva y picamos otros dos dientes de ajo sin el tallito del centro, por eso del aliento, dejamos que se doren y añadimos una cucharadita de pimentón, en este caso agridulce, enseguida lo vertemos en la cazuela, removemos y dejamos que siga hirviendo a fuego lento un buen rato. El único lujo del plato es este exquisito pimentón de La Vera, comprado para la ocasión, cuidado de no quemarlo con el aceite de los ajos.
Y ya tenemos este reconfortante y humilde plato de invierno listo para ser comido, servir muy caliente, y el que lo desee puede añadir un huevo para que se escalfe y luego romperlo y mezclarlo con la sopa.
La otra forma de comerlas que yo conocí era esta misma sopa pero espesa, casi seca, y acaso con unos torreznos por encima. Se comía esta sopa seca en cazuela de barro todos a la vez de la misma cazuela, operación esta que nos hacía ilusión a los pequeños, oyendo a la abuela contar que era así como antes se comían casi todos los alimentos.
Por cierto, la que acabo de elaborar no ha tenido éxito con los pequeños, creo que a mí tampoco me gustaron las primeras que me hicieron comer. Pero a todo se aprende.
4 comentarios:
¿En inducción!?
Sacrilegio!
En inducción no chuta el barro, por eso tengo dos y dos, porque me acordé de las sopas de ajo cuando la compré. Hombre prevenido . De todas formas es lo que hay, ya no están ni la mama ni la güela.
Tienen muy buen color¡¡¡¡¡¡¡
Igual un día te lee un palentino y nos explica cómo darles el último toque en el horno, quedan buenísimas, al menos en Baltanás.
Soy amante de la gastronomía y por eso me gusta probar cosas nuevas constantemente. Siempre me gusta incorporar nuevos ingredientes a mis platos y como viajo mucho adquiero sabores de otras culturas. Por eso suelo buscar muchos pasajes en avion
Publicar un comentario