La idea surgió de forma repentina, tengo una semana por delante, ningún plan específico, me voy a Santiago con la bici.
¿ Qué ruta ? la mía, desde mi lugar de nacimiento. Por cierto me acompaña Sito, yo encantado.
A las siete de la mañana tomamos café en Higón, informamos a la familia de los planes e itenerario, recibimos sus bendiciones y nos ponemos en marcha.¡¡BUEN CAMINO!!
Marcamos como primer objetivo Aguilar de Campoo, tenemos dos opciones, por el este hacia Valderredible por la Colegiata de San Martín de Elines. Por el oeste, también conocido como "gallego"por la Colegiata de Cervatos. Está claro vamos por la de Cervatos. Recorremos la ribera sur del pantano del Ebro, que está a rebosar, miramos de reojo las ruinas de Julióbriga y nos dirigimos a Cervatos haciendo una parada junto a la iglesia.
Entre prados, bosques, iglesias románicas, restos de calzadas, menhires y antiguos puentes llegamos a Nestar. Por la calzada Portus Blendius- Pisoraca llegamos a la antigua capital de la Merindad de Campoo. Aguilar. Visitamos Santa María la Real y tomamos un aperitivo en una de las terrazas de los soportales de la bonita plaza.
El segundo día de periplo amanece con el cielo totalmente despejado y un sol en lo alto que amenaza con aplanarnos. Atravesamos hoy la Tierra de Campos desde Osorno, pasando por Carrión de los Condes, donde enlazamos con la ruta clásica que viene de Roncesvalles, llegamos a Sahagún de Campos y como vamos bien de tiempo y forma pernoctamos en el albergue del Burgo Ranero.
El atardecer castellano es recibido como un regalo para los sentidos, la gran bola de fuego que es el sol potencia los tonos rojos de los adobes y los ladrillos de los campanarios. La infinidad de ranas que deben de dar el nombre al Burgo comienzan su concierto en la laguna, con esa música nos quedamos dormidos.
Hemos parado un momento en León para visitar su catedral y hacernos la foto con unos paisanos que conocimos en la anterior etepa, cosas del camino. Las entradas y salidas de las ciudades no dejan muy buenos recuerdos, por lo menos para los bici-pelegrinos.
Dos curiosidades del camino, la primera apuntada por Sito, y es que todos vamos en el mismo sentido, parece un camino sin retorno, debe ser que Santiago milagrosamente nos devuelve a nuestros lugares de origen por distinto itinerario o por distintos medios. La segunda es que hasta ahora no hemos tenido que vender ninguna reliquia para sobrevivir. Tenemos una tarjeta que la metes por una ranura y problema resuelto.
Hemos cruzado El Bierzo, tierra agreste y muy parecida a nuestra Liébana cántabra, rica en frutales, hortalizas y vinos, hasta bolígrafos nacen si se plantan.
Por fin entramos en Galicia con todos los típicos tópicos, fuerte subida al Cebreiro, niebla, paisaje verde, aldeas grises con casas de piedra y pizarra, y también pulpo y ribeiro. Suena ya el cantarín galego que se venía adivinando por tierras bercianas; en el camino se escuchan varios idiomas, predominando el inglés, después el castellano, catalán, alemán, japonés, italiano etc.
Nos vamos dando cuenta que el camino es un recurso turístico importante por las zonas por donde pasa, por muchas creo que el único. Venimos haciendo uso de los albergues, algunos son como un oasis en medio del desierto, sobre todo por Castilla y el Páramo. Nos llama la atención los centenarios y hasta milenarios castaños y robles que flanquean el camino gallego, no como esos arbolitos casi recién plantados de etapas anteriores, con la calor que pegaba y lo necesario que era su sombra.
Disfrutamos pero también sufrimos por los caminos gallegos, para la bici son exigentes o como se suele decir rompepiernas. Cerca ya de Santiago, donde se establece la línea en que te ganas el jubileo, la masificación hace que tengamos que ser prudentes con la conducción, intentamos molestar lo mínimo a los caminantes.
No creo que el camino tenga ninguna magia especial, simplemente el hecho de hacer el esfuerzo físico y mental que supone su recorrido, con una velocidad y en un medio muy distintos a los que habitualmente estamos acostumbrados, y a establecer de forma espontánea relación con todo tipo de personas, nos produce como resultado un estado satisfactorio en general. O puede que a esto hoy en día lo tengamos que llamar magia.