Fue un verdadero placer subir el Puerto de Estacas de Trueba. Ritmo pausado, paradas frecuentes, fotos, y auténtico deleite para la vista.
La carretera recién reparada, quitamiedos en madera, dieciséis km con pendiente moderada, un paraíso para ciclistas y demás paseantes, motorizados o no.
Un paisaje espectacular, reserva cultural y etnográfica de Cantabria, decía algún ciclista
Prado, cabaña y fresno. Queda resumido.
Y, por supuesto, vacas, sin ellas nada de esto tiene sentido.
Coronado el Puerto, cortavientos y descenso.
Para gustos están los colores.
Apología del terruño.
Sencillez, sobriedad, orientación.
Una agradable jornada rematada con la compra de la típica quesada para llevar a la familia y una comida en grupo en Casa Frutos.
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