sábado, 27 de octubre de 2012

CAMINO DEL EBRO Y LA LORA.

Magnífica ruta la  que hemos recorrido en esta jornada por Tierra Santa, como así denomina Luis a esta amplia comarca enclavada en tierras de Palencia, Cantabria y Burgos. La división administrativa y nombre de las provincias es para situarnos, para nuestras bicis no hay tal división, más al contrario, nos encontramos con viejos caminos, pasos de altura, portillos, collados, puentes de todas las épocas , calzadas, y demás señales que lo que han intentado a lo largo de la historia es unir comarcas o territorios. Y qué placer discurrir el pedaleo por estos vestigios de civilización, y qué distinto de ir abriendo y cerrando cancelas o pasando por encima o por debajo de alambradas de espino.
 Visitar Valderredible es tener la certeza de que paisajísticamente no te va a defraudar, si estamos en el corazón del otoño, como es el caso, el espectáculo de la ribera del Ebro con sus choperas luminosas te dejará boquiabierto .
 Haremos infinitas paradas a lo largo del viaje con el fin de admirar tranquilamente lo que vamos viendo, evitando el riesgo de una inoportuna caída, que el camino está resbaladizo con tanta hoja y después de la lluvia.
 Desde la localidad de Sobrepeña alzamos la vista hacia la Lora, donde más tarde subiremos, especulamos sobre la hora a la que despejará la niebla, pero sobre todo, admiramos el paisaje desde el campanario de su iglesia y si no fuera porque estamos empezando y queda mucho, echaríamos allí la mañana, las once y lo que hiciera falta.  Hemos de continuar, así que nos despedimos del pueblo y del casero da la Coruja del Ebro, preciosa casa rural .
 Y así llegamos a Sobrepenilla, que junto con Rebollar, Olleros de Paredes Rubias, Berzosilla, Lorilla, Arenillas etc, etc, despiertan en Luis una sensibilidad especial al comentar sobre la sonoridad de tales nombres. Pero no ha sido él el primero en darse cuenta, de todos es sabido que nuestro anterior mandatario junto con algún estudioso quisieron situar el nacimiento del castellano por estos pagos. Pero digo yo, que también Soria y Guadalajara tendrán hermosos topónimos y no serán tan arrogantes como para querer apropiarse  del orígen de la lengua.
 Recorreremos veintidós kilómetros de oeste a este de esta paramera o Lora, situada sobre los mil y mil cien metros de altitud, hemos subido por un camino entre hayas desde el pueblo de Berzosilla y bajaremos por el Portillo de Tez a San Martín de Elines.
 Menos mal que la ruta la preparamos con antelación y conocíamos de la existencia del abandonado pueblo de Lorilla, sino estas ruinas entre la niebla nos hubieran dado un buen susto. Aun así un estremecimiento nos recorre el cuerpo , como decía un mal conocedor de nuestra lengua " se nos ponen las puntas de los pelos". Si cuesta imaginarse que este sinclinal colgado que dicen que es la Lora, hace muchos, muchos años, fue fondo marino, más me cuesta imaginar que por aquí no hace mucho se estuvieron pegando tiros y tiros unos contra otros y pagando todos las consecuencias.
 Si recientemente en Lorilla y su entorno se despreciaba la vida, los hombres prehistóricos a pocos metros de allí honraban a sus muertos en estos Dólmenes, hechos a base de enormes piedras que forman la cámara y el corredor. Así de paradógica resulta la historia.
 La Lora nos parece un infinito territorio lleno de piedras, pero también sabemos que esconde riquezas, bien sea en forma de petróleo, o la misma tierra, productora de buenas patatas de siembra que en el vecino Valle engordan gracias a las aguas del Ebro. Y rica hierba para las ovejas y vacas.
Parece que el combustible fósil lo están cambiando por la energía eólica, y absortos nos quedamos, después de pedalear kilómetros y kilómetros por la vasta llanura, de repente nos encontramos, todo apelotonado, un aeródromo, un observatorio astronómico y una estación de molinos eólicos. Algo no encaja, ni los aviones volarán seguros entre los molinos, ni las estrellas ofrecerán su mejor espectáculo con tanto destello, en fin, otra vez tema de fronteras o barreras o miserias más bien.
 El día se portó como esperábamos y al irse la niebla echamos un vistazo a toda la extensión que hemos recorrido, a lo lejos divisamos Peña Amaya, asomándonos al cortado hemos visto Valderredible y ahora en el Portillo del Tez tenemos el pueblo de San Martín de Elines a nuestros pies.
Y obligada visita será La Colegiata, varias veces hemos estado por aquí, pero cada una es especial, esta vez la aceba que el cura cuida a su entrada estaba cargada de rojos frutos, quizás ese detalle otra vez  no lo habíamos apreciado. Todavía nos queda un trecho por la orilla del río hasta llegar a Polientes y tomar la cerveza de final de ruta.

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