sábado, 17 de septiembre de 2011

PORTUGAL

Sin necesidad de cruzar el charco ni de desplazarse por el aire, tenemos al vecino Portugal a tiro de piedra, y también merece una visita. Así que a media tarde arribamos a la ciudad de Oporto, donde casi todo es viejo, sin querer el término ser demasiado peyorativo, pero lo cierto es que debió de conocer épocas más gloriosas.



Existen gran cantidad de edificios con fachadas de azulejos, que ya digo, debieron de ser preciosas, pero lo cierto es que se necesita una restauración.


Nuestro Duero que tantas bellas tierras ha recorrido tiene aquí su fin, y en su recorrido final también riega sabrosas cepas de vino que con un poquito de aguardiente y buenas cubas de roble se convertirán en el famoso Oporto de aperitivos y postres. Y digo que no todo lo viejo es malo porque con el Oporto sucede todo lo contrario. Visitamos una bodega en cuyo interior reposaban tres millones de litros del mencinado caldo, alguna cuba era de finales de mil ochocientos, casi nada, el precio digo.







Siguiendo hacia el sur y como aprieta la calor nos damos un chapuzón en el Atlántico, frío chapuzón pues estas aguas son frescas como pocas, eso que venimos del Cantábrico.
La vista es desde el turístico y bonito pueblo de Nazaré. Recomendable visitar su iglesia, después del baño y la cañita, claro.



Y por fin Lisboa nos recibe con sus cuestas y sus tranvías, su castillo, sus ajetreados barrios como el Chiado y el Alto y también y de nuevo otro río que aquí muere, el Tajo o su Tejo.






En tres o cuatro días recorremos Lisboa y alrededores y callejeamos por sus barrios, preferiblemente a la sombra. Probamos el bacalao y arroz con pulpo y cómo no, las sardinas asadas, que últimamente es el único pescado que me sabe a mar, el resto a pollos de granja.




Una última instantánea dedicada a este simbólico monumento situado próximo a la desembocadura del Tajo y artísticamente muy rico en su parte externa, La Torre de Belén.


Y esto ha sido en resumen el viaje por tierras lusas, solo quedan ochocientos y pico de km. y otra vez en el hogar para repetir lo de siempre: "como en casa en ningún sitio".



















2 comentarios:

Severina dijo...

Portugal nunca nos defrauda,a pesar del poco caso que le hacemos. Por cierto, Alfonso, ¿no querrías decir "como fuera de casa en ningún sitio"?

alfonso dijo...

No, no y requetenó, como en casa en ningún sitio, yo lo digo incluso antes de salir.