miércoles, 29 de junio de 2011

HUEVOS RELLENOS

Esta imagen tan poco común hoy en día nos da pie a presentar un sencillo plato, tradicional, refrescante y barato, que recuerdo se hacía en casa en esta época veraniega. Los huevos rellenos. Era común el sonido de los gallos en los corrales y en los campos, cuidando de su gallinero, y el canto triunfal de las gallinas después de haber puesto el huevo con considerable esfuerzo. Gozaban de total libertad solo amenazada por algún desaprensivo que pasaba rápido con su coche y las mataba en la carretera, o del avispado milano que por sorpresa caía sobre ellas y se las llevaba.
Cocemos durante diez minutos los huevos, no más que se pone verde la yema, en abundante agua con sal, dicen que para que no se rompan, bueno no siempre es cierto, y los movemos al principio para que la yema se centre, no siempre funciona. Mientras, vamos haciendo la mahonesa con otro par de huevos, un vaso de aceite de oliva suave, vinagre, sal y batidora a pocas vueltas. Tengo la imagen de la abuela sentada en su silla, los pies en el banquito, en una mano la taza blanca de porcelana y en la otra la desgastada cuchara de madera, vuelta y vuelta , el aceite gota a gota y aquel color amarillo intenso que le daban los huevos caseros a esta salsa.



Una vez los huevos cocidos se enfrian en agua, se pelan y se cortan por medio sacando sus yemas. Reservamos un par de ellas. Se mezclan con bonito y con mahonesa y se rellenan las mitades. Colocamos los huevos, ya rellenos, en una fuente y lo cubrimos con el resto de la mahonesa. Con las dos yemas sobrantes adornamos el plato pasándolas por el pasapuré. Al frigorífico rápidamente, gustan fríos y es seguro.


Buen provecho.







sábado, 18 de junio de 2011

VÍA DE LA PLATA 2011.

Comenzamos viaje desde el casco antiguo de Cáceres hacia el norte de la Península siguiendo la Vía de la Plata; itinerario recorrido desde tiempos inmemoriales por animales y personas aprovechado pasos naturales de ríos y cordilleras, y posteriormente transformado en calzada por los romanos. Como de costumbre nuestro medio de transporte será la bicicleta, lo cual supone contacto directo con el entorno y sumisión a los rigores del camino y del tiempo; si hace mucho calor nos sobran encinas en las que cobijarnos o ríos en los que refrescarnos, y si el esfuerzo es grande aprovecharemos los pueblos para reponer fuerzas.


Cruzamos el Tajo, recogido en el embalse de Alcántara, por infraestructura moderna, quedan restos un poco más adelante de un puente medieval.


El recorrido nos ofrece mucha dehesa, ganado vacuno y pequeños rebaños de ovejas. Una liebre se nos cruza en el camino y por el cielo abundan abubillas, rapaces y demás pajarillos. Ahora estamos atravesando un bonito alcornocal poco después de haber pasado por Cañaveral.


Vamos entendiendo uno de los motivos por los que a esta tierra la llaman Extremadura, y no es otro que el calor que hemos pasado hasta alcanzar el amurrallado pueblo de Galisteo. Menos mal que un pequeño baño en el Jerte, junto a su antiguo puente, aplaca nuestra sofoquina.


Sorprende lo bien conservada que está su muralla, la cual bordeamos un par de veces con nuestras bicis, y sorprende también que toda ella está construída con cantos de río. Emplazado en un altozano, nos iremos dando cuenta que todas las poblaciones con final de etapa se sitúan igualmente. Calzada de Béjar, Salamanca, Zamora, Benavente, y Astorga. Debieron de ingeniárselas para defenderse de las distintas hordas.

Antes de llegar al famoso Arco de Cáparra hemos pasado por una preciosa dehesa de sobrias y viejas encinas. Era el paisaje esperado y deseado desde antes de iniciar este viaje.

Cáparra sorprende por el tamaño de su arco apoyado en cuatro pilares y de una altura que se supone originariamente de trece metros, tenemos la ocasión de asomarnos a la excavación de un tramo de la original calzada y de parte de los cimientos de lo que fue la ciudad romana.


Continuamos viaje hasta sobrepasar Aldeanueva del Camino y Baños de Montemayor donde la frescura del río que baja de la próxima Sierra de Béjar invita a darnos un remojón. Subimos el Puerto a la sombra de algún castaño para continuar con nuestra ruta sur-norte en dirección al pueblo de Calzada de Béjar, al que llegaremos por precioso camino y considerable esfuerzo.
Los miliarios aparecen en esta zona en cualquier rincón, imagino que el devenir de la historia también los ha ido cambiando de emplazamiento, si bien originariamente estaban situados a cinco mil pies romanos, aproximadamente kilómetro y medio, unos de otros.

Aprovechamos las infraestructuras turísticas montadas para los peregrinos del camino mozárabe de Santiago, el cual también nosotros seguimos, para hacer los descansos diarios. En otros tiempos existieron las mansio o paradas de postas cada cierta distancia en la calzada.


La propia calle principal de Calzada de Béjar nos marca el camino de salida, el cordel de la plata mantiene en muchos tramos siempre la misma anchura, entre rectilíneas paredes de piedra construídas por hábiles manos, cuarenta pasos mido de orilla a orilla. El sonido de aves, ranas, campanos, etc. me recuerda aquellos documentales de la fauna ibérica cuando el narrador callaba y solo la naturaleza se expresaba.

Seguimos entre encinas, cada una tiene un alto valor, si lo multiplicamos por los miles y miles que vemos, deduzco que para nada este territorio es pobre, más bien al contrario, posee un valor incalculable.


Lo que no tiene en estos momentos mucho valor son los cerdos negros, nos dicen en un pueblo que se están sacrificando las madres debido a los bajos precios que se pagan por las crías.


Visitamos la iglesia de Fuenterroble y sus interesantes tallas de madera de gran tamaño, para seguidamente internarnos en lo que llaman el campo charro.


La espesa copa de la encina, en forma de hongo gigante o paraguas nos protege del calor, pues en su base siempre corre un poco de brisa, en invierno también protegerá a los animales de las tremendas heladas.


Ascendemos al Pico La Dueña a 1150 m. desde donde divisamos una extensa llanura que se alargará hasta la ciudad de Salamanca.

Entramos en Salamanca por el puente sobre el Tormes encaminándonos a su centro histórico. Intentamos convencer al más joven para que se matricule dentro de dos años, en la Universidad. Incluso alguno sugiere matricularnos también nosotros, tal es el ambiente juvenil que se respira. Creo que con estos pelos mejor en la UNED.

Entre Salamanca y Zamora pasamos por El Cubo de la Tierra del Vino, poco vino y mucho cereal.
El pisaje ha variado considerablemente, para los que vivimos en el norte estas llanuras cerealistas se nos hacen monótonas y un tanto aburridas, si bien, por supuesto que tienen su encanto.

De nuevo, un bonito puente sobre el Duero será el nexo que nos una a la ciudad de Zamora, pasamos una estupenda tarde recorriendo el casco hitórico y saboreando unas cañas muy bien tiradas en alguna de sus numerosas terrazas.


Aprovechamos la cuidada plaza de la catedral con sus jardines para echar la siesta y contemplar el limpio y azul cielo solo moteado por algunos vencejos. La escasez de ruido en el casco histórico nos permite oir los relojes de las iglesias, y hasta los sonidos que las cigüeñas emiten con sus picos desde los numerosos nidos de campanarios y espadañas.

Entre Zamora y Benavente, los cultivos de cereal nos acompañan la mayor parte del trayecto. Los toboganes de caminos y carreteras junto con algo de viento en contra, hacen que nuestro pedaleo sea constante.

Llegando a las proximidades de Benavente aparecen cultivos de regadío, gracias a las aguas del Esla. Dejamos el cereal para transitar entre frescas choperas, patatales y tierras de remolacha y maiz. Nos llama la atención el escaparate de un comercio en Benavente donde venden piedras para el trillo a 18 euros el kilo.


Hemos dejado atrás el calor de Benavente, ahora La Cañada Real de la Vizana se superpone a la calzada romana. Cruzamos el río Órbigo por el bonito puente empedrado camino de la población de Alija del Infantado.


Alcanzamos la capital del Páramo, La Bañeza, donde no podemos evitar darnos un homenaje en forma de un estupendo potaje de garbanzos con arroz y bacalao.
Camino de Astorga nuestra brújula indica que hemos variado el rumbo hacia el noroeste, otra vez aparecen las encinas, pero estas más pequeñas y formando bosque que no dehesa. Los caminos maragatos enrojecen, el viento nos frena el pedaleo y al fondo una vez más en el alto aparece la ciudad de Astorga. Hemos llegado.


Foto final delante de catedral antes de buscar cobijo y aseo del polvo del camino.

Hacemos un poco de turismo por Astorga, las ruinas romanas nos recuerdan que fue una importante ciudad construída para controlar a cántabros y astures y gestionar las muchas minas de la zona.
Nuestra Vía de la Plata acabó en Astorga, desde allí nos trasladamos en autobús a León para con mucha calma esperar la salida del viejo tren de La Robla que nos llevará hasta Arija.




Hace muchos años que no monto en La Robla y la emoción aflora, si el sueño lo permite disfrutaré de las cuatro horas y media que dura el trayecto por las bonitas tierras de media montaña del norte de León, Palencia , Burgos y sur de Cantabria.


El viaje se hace largo, pero no me arrepiento de haber elegido el tren, estamos en LLano de Valdearroyo, ya en Cantabria, desde la vía aun sigo sacando alguna foto.


"Puedes ponerte en camino como las aves, como las gaviotas, sólo que las personas no podemos viajar tan ligeras de equipaje. Necesitamos artículos de tocador y aseo, un vestuario, y también cargamos con los recuerdos. Por eso nos cuesta tanto volar. A veces los recuerdos nos arrastran hacia abajo. Es una pena." Sándor Márai. LA GAVIOTA 1943.


También desde el tren. Torre de la iglesia de Villanueva de las Rozas, el pantano del Ebro cubre parte de su base.

sábado, 4 de junio de 2011

CARRILLERAS DE VACUNO

Decía José María de Cosío, que algo sabía de vacas y toros, que la vaca tudanca es ágil, fuerte, sobria y resistente. Se debía de referir a cuando aún se las veía emparejadas haciendo las labores del campo, la hierba, el arado, el carreteo, y el arrastre de maderas en los montes. Hoy se las tiene casi como artículo de museo, se las lleva a ferias de exposición y se las ve pacer más en los prados que en su hábitat natural, esto es, las brañas de altura y los bosques. La introdución de la parda-alpina o ratina supuso el retroceso de la tudanca, es la ratina una vaca mansa, de gran porte y buena lechera, eso sí, come mucho y es un poco más refinada a la hora de buscar el sustento que la anterior. Ambas escasean en la actualidad como consecuencia de la entrada de nuevas razas, dicen, más productivas, puede ser, pero la imagen de las autóctonas en nuestras brañas y montes no se nos va de la memoria.


En cualquier caso, el asunto es que en las carnicerías cada vez se ve más espacio ocupado por productos elaborados y menos por auténtica carne, y dentro de la carne, se venden los filetitos bien limpios de grasa y las chuletas deshuesadas. ¿ Qué hacemos con el resto de la canal ?
Pues yo voy a elegir esta fabulosa carrillera que a punto estaba el carnicero de envasar al vacío y exponer en su vitrina hasta sabe Dios cuándo.
Intento buscar una receta sencilla y entre lo que encuentro y lo que improviso, me sale un plato, mal está que yo lo diga, exquisito.
Salpimentamos y enharinamos la carrillera para dorarla un poquito en aceite y evitar que pierda su jugo. Reservamos. En el mismo aceite rehogamos un puerro, una cebolla, una zanahoria, un poco de pimiento y un par de ajos. Añadimos la carrillera y un chorrete, en mi caso de pacharán casero que tenía olvidado en el armario, movemos un poco y añadimos una buena copa de vino tinto, a esta le tocó en suerte un Sangre de Toro del 2007. Toda la mezcla cocerá en olla rápida al menos una hora. Durante este tiempo nos dará lugar a realizar varias tareas por casa, no os quedeis ensimismados viendo hervir a la olla como me pasa a mi, pues os echarán un rapapolvo. En una sartén pocharemos abundante cebolla y una manzana reineta en gajos, añadiendo un poco de azúcar moreno, luego lo utilizaremos como guarnición. Abrimos la olla para revisar que no se nos seque, y si está todo en orden, pasaremos la salsa por el pasapuré y después por el colador para que quede limpita. Lo pasamos a una cazuela más plana y lo dejamos a fuego lento un ratito más.
Finalmente lo presentamos en la mesa con un poco de perejil fresco picadito por encima y la guarnición a un lado, y buena cantidad de la salsa que tengamos.
Muy rica la carrillera, carne jugosa y suave, siempre que lo hayamos dado la coción suficiente, perfecto el maridaje con la manzana reineta (una al día te aleja del médico), y un placer tomarte una copa de vino tinto para ayudar a pasar el trago. Buen provecho.