domingo, 27 de marzo de 2011

MONASTERIO DE RIOSECO. LA RUINA DE LA BELLEZA Y LA BELLEZA DE LA RUINA.

Buena tarde se presenta para iniciar una gira no lejos del pueblo. Tenemos idea de conocer las ruinas del Monasterio de Santa María de Rioseco, en el Valle de Manzanedo. Como nos pilla de paso, hacemos un alto en el pueblo de Villalaín, próximo a Villarcayo (estamos en el corazón de Castilla la Vieja), para visitar la iglesia de Santa María del Torrentero, año113o, cuya propiedad estuvo en manos de la familia Isla de esta localidad, quizás parientes de estos visitantes. Su estado es semirruinoso, aunque parece que en vías de solución.
La segunda parada la hacemos en la próxima localidad de Bisjueces, donde nos detenemos frente a la portada renacentista de su iglesia para contemplar el elegante pórtico, que contiene entre otras, las figuras de los que la tradición cree fueron los primeros jueces de Castilla, Laín Calvo y Nuño Rasura.

Desde Bisjueces por una estrecha carretera llegamos a Incinillas, entrada a los valles de Valdivielso y de Manzananedo, vamos por este último hasta encontrar Rioseco, un poco más adelante vemos lo que será el camino de acceso al monasterio. Las vistas de las ruinas impresionan al más insensible, y por supuesto, da miedo internarse entre ellas. Confío en la experiencia de Braulio que dice que está la tarde muy serena y por tanto no apta para cataclismos, no sé, no sé. Muchos son los que abogan por su restauración, pero debe de faltar el millonario, se podría al menos intentar conservar estas bellas ruinas. Dicen que el violeta es un color muy espiritual, será por eso que esta temprana flor de primavera ha elegido este sagrado solar para mostrarnos su belleza.
La espadaña aún se mantiene en pie, por cuánto tiempo, nadie lo sabe.

El lugar es sobrecogedor, los amantes de la fotografía lo pasarán mejor que los del arte. Además de los restos del claustro, la espadaña y varias puertas de arco, también alberga una bonita escalera de caracol y hasta un horno de cocer el pan. La hiedra parece haberse autoproclamado dueña y señora de este resto cisterciense.

Abandonamos el abondono por una carreterita estrecha que nos va a llevar a San Martín del Rojo, pueblo también deshabitado y creo que de propiedad privada. Nos reciben cuatro corzos saltando por el prado y una preciosa vista a la pequeña iglesia románica enclavada en un altozano del pueblo.

Dejamos esta parte de Las Merindades, para volver a la nuestra. Ya oscureciendo llegamos a Higón donde acabamos de comentar la ruta de la desolación mientras damos cuenta de la cena, de postre, una manzana reineta de Sedano como homenaje al Valle de Manzanedo.


2 comentarios:

luis dijo...

Paradójico esplendor el de Rioseco

marijose dijo...

Preciosa esta ruta! Me la apunto. ¿Conoces esta iniciativa?:

http://www.santamariaderioseco.es/firmas.html