sábado, 13 de febrero de 2010

ETNOGRAFÍA

Aunque prácticamente cualquier casa de nuestros pueblos puede hoy llamarse museo etnográfico, pues quien más quien menos no ha destruido el conjunto de aperos, herramientas ni otros útiles usados no hace tanto, todo ello, junto y convenientemente explicado, lo hemos visitado en el día de hoy en el museo etnográfico Velarde en Muriedas, Cantabria. Con un contenido variado y valioso, organizado en las distintas dependencias de la casona de la foto, correspondiente al insigne Pedro Velarde, en poco más de una hora se recorre toda la muestra, ¡ah! y gratuito, que en estos tiempos también es de valorar.
Lo curioso del caso es que íbamos juntos tres generaciones, mi padre, mi hijo y yo. Digo curioso porque casi todos y cada uno de los elementos de la muestra eran de sobra conocidos tanto para mi padre como para mi, no así , por supuesto, para mi hijo. Tampoco para una pareja de jóvenes que nos acompañaban en la guiada visita. Quiero decir que el salto que se ha producido entre mi hijo y yo ha sido inmensamente mayor que el producido entre mi padre y yo. Para bien o para mal, pero así ha sido. Por supuesto el museo nos muestra objetos, de nuestra mano queda imaginar, para unos, y recordar, para otros, modos de vida vinculados a ellos. Siglos y siglos utilizando los mismos badajones de madera para desplazarse por la nieve y ahora de un año para otro se nos pasan de moda los esquís, pues aparecen otros de mayor calidad o de materiales más modernos; tiramos aquellos y nos compramos los nuevos. Nos decía la guía del museo que la palabra tirar no existía en los tiempos de los objetos expuestos, todo se reutilizaba.


Bien, así hemos pasado la mañana, mi padre , memoria viva del museo, la guía, sobradamente preparada, mi hijo, abriendo unos ojos como platos y yo entre Pinto y Valdemoro.


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