jueves, 5 de noviembre de 2009

MONTE HIJEDO. ALMA PROPIA.

"LA CONSERVACIÓN DE LOS ÁRBOLES, BOSQUES Y MONTES QUE ASEGURAN EL EQUILIBRIO CLIMATÉRICO DEL MEDIO SOCIAL, ES UNA APLICACIÓN DEL PRINCIPIO DE LA DEUDA SOCIAL Y DE LA LEY DE SOLIDARIDAD QUE JUNTA A TODAS LAS GENERACIONES".
Después de las diversas publicaciones sobre el Monte Hijedo y de la existencia del Centro de Interpretación del Monte Hijedo que aunque cartón-piedra me imagino cumpla su función, me queda dar una visión personal sobre dicho monte, basada en la propia vivencia y en el hecho de haber nacido en uno de sus bordes.

Mi primera visita al Monte Hijedo se quedó en un intento, tendría unos cuatro años, mi padre estaba haciendo leña y mi madre se dirigía allí con el carro la pareja y yo subido ; a la salida del pueblo, las vacas sedientas hicieron un quiebro muy rápido del camino al pilón, consecuencia, caí del carro entre la vaca y la rueda, pasándome ésta por encima de la cabeza. Sangrado de nariz, radiografía en Reinosa y final feliz , "en observación", menuda cabeza dura.

Quizá por la proximidad del monte al pueblo y por el temor de nuestras madres a que nos marcháramos, teníamos la idea del monte como un lugar tenebroso en el que perderse nada más internarse en él era cosa hecha; las historias oídas en las cocinas y la literatura infantil también cuntribuyeron a esta idea laberíntica del monte. El caso es que es cierto que el monte es, o más bien era, un precioso laberinto, digo era porque antes no lo cruzaban esas anchas pistas que ahora existen, en mis primeros recuerdos sólo caminos carreteros, después se enchancharon con los tractores. Caminos, muchos caminos y todos llegaban a algún lugar, la lista de nombres dentro del monte es interminable, es como una gran ciudad en la que cada calle, avenida o parque tienen su nombre. Aquí, cada fuente, cada loma, cada peña, cada cueva... existe una riqueza de topónimos digna de estudiar.

El monte ha sido hasta hace pocos años junto con la ganadería los dos ejes principales de la economía de subsistencia de la zona. Todavía se aprecian en su interior lugares que fueron carboneras, aserraderos, corrales para cerdos etc. El monte se ha usado sobre todo para la construción de las viviendas de la zona (vigas, cabrios, ripia, postes, cargaderos...) y para leña, pero también para hacer aperos de labranza, cubas, apeas para las minas, traviesas para la vía etc. Mi bisabuelo hacía cubas, las llevaba en carro hasta La Rioja y a cambio se traía vino. El monte ha ofrecido mucha caza, pieles de alimañas, bellotas para los chones, hoja de acebo para las vacas y sobre todo mucha madera para vender en subastas y financiar obras en los pueblos.

Pero mi monte preferido está en el recuerdo del sonido de las hachas y los tronzadores de mano, de los vecinos haciendo leña en común, de las voces a las parejas para salir de los atolladeros de los caminos o para subir el portillo; de los paseos en solitario, sobre todo en invierno cuando la quietud de los árboles sin hoja y el tremendo silencio que impera en su interior te pone los pelos de punta, ese silencio de las vísperas de nevar. Mi monte preferido es la emoción de mirar esos robles albares rectos como mástiles y esos tejos que abrazan las rocas, o los impenetrables acebales con sus frutos rojos; mi monte preferido es esa fauna que siempre imaginas y que casi nunca ves en su interior, como mucho, escuchas a lo lejos el sonido del pico, del cuco o el aleteo de la torcaz; mi monte preferido son esos arroyos negros con sus cascadas, es imaginarme cómo era el "molinuco La Serna", es ver asomarse el boletus entre la hojarasca.

Por todo esto, mi monte no tiene cruces ni mojones, ni tiene alambradas ni divisiones municipales o provinciales, tiene árboles, arbustos, arroyos, caminos , fauna... y alma, alma propia; y tiene y tendrá un incalculable valor natural, material y emocional por encima de si pertenece al Alfoz de Santa Gadea, al de Bricia, a Los Riconchos, a Arija o a Valderredible.

A mi padre, siempre alerta. A sus próximos ochenta años.

4 comentarios:

luis dijo...

En dos palabras, e-mocionante.
Tienes una obligación: recuperar esa toponimia, sabes que si no lo haces se perderá entre la desidia y la monotonía del día a día

Maite dijo...

Alfonso:Después de haberlo releído más de una vez, la ocasión bien lo merecía. Pelos de punta, respiración profunda y la lagrimita a punto de asomarse. Conclusión: La nostalgia a veces es buena compañera.
Consejo: Sube más a menudo a ver y pasear por tus orígenes. Mejoras como el vino amigo!.

Rober dijo...

Parafraseando a otro magnífico bloguero que anda por aquí:
"es tan bonito que no lo cambiaría por nada en el mundo"

Montacedo dijo...

Hola Alfonso. Lo cierto es que tu frase "creo que tenemos más en común" no sé si interpretarla como una pista o como una afirmación y, dentro de esto último, no se si se refiere a lo individual o a lo colectivo (burgaleses y cántabros). En cualquiera de los casos es cierta.

Ya aprovecho para comentar que, en mi opinión, el monte Hijedo es un tesoro único que nunca valoraremos lo suficiente y que el hecho de que haga frontera debería servir precisamente para encontrar nuevas vías de cooperación, lo que podría convertirse en un ejemplo maravilloso.